La renta variable depende de la fluctuación de los mercados y, por eso, el largo plazo es su gran aliado.
A corto plazo este activo es muy sensible. Por ello lo más conveniente es operar en períodos de tiempo dilatados, sin prisa y con paciencia para poder obtener los mejores resultados.
Por este motivo, la renta variable es el activo más rentable a largo plazo ya que se maximizan las posibilidades de obtener un rendimiento del capital invertido.
Este activo financiero invierte en acciones de un mercado que, en ocasiones, puede ser volátil. En este sentido, conviene enfocarlo en un horizonte temporal amplio ya que así se pueden aprovechar las oportunidades interesantes de inversión y suavizar aquellos momentos en los que el mercado puede estar más sensible.
En la inversión el tiempo corre a favor del inversionista pero debemos ser pacientes ya que la confluencia entre valor y precio no es instantánea, sino que trabaja de forma dilatada a lo largo del tiempo.
Como hemos mencionado, los activos de renta variable trabajan sobre todo con las acciones. En este sentido, si el horizonte temporal es de largo plazo, la relación entre Bolsa y beneficios de las empresas que en cotizan en ella, es elevada.
El interés compuesto
El concepto de renta variable está estrechamente ligado al de interés compuesto. Con este último, los intereses generados por una inversión se añaden al capital inicial y, por lo tanto, esos intereses generan a su vez nuevas ganancias.
Esto significa que cuanto más tiempo dejemos trabajar nuestras inversiones con el interés compuesto, más rentabilidad obtendremos en las mismas.
Podemos concluir que el tiempo es el mejor aliado de la renta variable y el interés compuesto.